En los tiempos que vivimos producto de la pandemia mundial del coronavirus, es necesario que expongamos lo mejor de cada uno en beneficio de los demás. Es natural el miedo y la sensación de indefensión que podemos tener en algún momento ante un enemigo invisible que atenta contra nuestra existencia. Sin embargo, ante eso, debe primar nuestra conducta personal de cuidarnos nosotros y cuidar a los demás.
Hoy, la palabra solidaridad adquiere más importancia que nunca. Pero no sólo debemos nombrarla sino que tenemos la obligación de practicarla. Ejemplos tenemos muchos cuando vemos a jóvenes repartiendo mascarillas, alimentos y enseres de aseo en campamentos de Copiapó, como también de aquellos que se ha preocupado de quienes viven en situación de calle.
Pero hay otros elementos que resguardar y me refiero en forma especial a las personas de la tercera edad, que muchas veces no tienen familiares que los cuiden, que además no cuentan con los recursos económicos suficientes para solventar el día a día, o que por sus dolencias físicas no pueden salir a la calle para abastecerse.
Para ellos no sólo debe haber una preocupación especial, sino que también en necesario un acompañamiento, no físico porque hay que tener el adecuado distanciamiento, pero si a través de una llamado telefónico, un saludo desde la calle, una palabra de aliento acompañada de algún obsequio.
Ser solidarios también, por ejemplo, con lo trabajadores de la salud, los del aseo que todos los fines de semana retiran nuestra basura, con los amigos de las ferias libre, del comercio, de las fuerzas armadas y de orden, y principalmente con nuestros propios familiares. Debemos partir con nuestra solidaria actitud de cuidarnos, para así cuidar a nuestra propia familia.
Esta es la tarea de hoy. Los invito a cumplirla.